Wednesday, January 6, 2010

Te juro que cada segundo se siente como una gotica de sangre derramada en un océano escarlata de decepciones y dolor. Más que la angustia, azotan incesantes los recuerdos de los pocos y preciados momentos que sí pasaron y que en cada uno de estos segundos se añoran, se extrañan y no llegan. Es el delirio de una mente incansable la búsqueda exhaustiva de razones, y se amarra de dicha racionalidad, la necesidad emocional de tomar aire y gritar, gritar al vacío buscando exhalar un pensamiento que no quieres dejar volver, las uñas que están desgarrando tus entrañas cada vez que tragas. Inquieta, ansiosa, soñadora, delirante, excéntrica, apasionada. Planear un universo, diseñar los momentos, construir los recuerdos que esperas tener en el próximo amanecer. Tiemblas, tiemblas en todo momento y duermes temblando, con un oído pegado de una posibilidad y un ojo abierto a una esperanza.

Te juro que detesto que la sangre hierva, que las manos se impulsen y haya que pararlas, que las piernas persigan, que los ojos escarben, que la boca quiera expresar. Los puños se cierran en sí mismos y la sangre brota casi hasta la superficie, dejando las marcas de lo fuerte que se siente el dolor que te causa esa necesidad de matar, matar dentro del cuerpo, deseos, pasiones, ¿amor?, efímero abstracto, más bien obsesión, desquiciada, arrogante obsesión. Delira, deprime, derrota absoluta. Los músculos cansados de los párpados que frenan las lágrimas y las olas.

Te juro que quisiera matarle. No porque me haga daño, sino para poderme decir cada noche antes de dormir, que si no estoy con él, no es porque no quiera estar conmigo.

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